La noche había caído con una calma ominosa sobre la ciudad. El aire frío recorría las calles solitarias, y la luz de las farolas parpadeaba débilmente, como si la propia ciudad estuviera esperando el inevitable desenlace. Aitana se encontraba frente a la ventana de su apartamento, observando la oscuridad más allá, su mente trabajando a toda velocidad. Javier había estado en silencio durante el trayecto hasta allí, pero Aitana sabía que ambos estaban en la misma frecuencia, pensando en los mismos problemas. Nicolás no era un enemigo fácil, y ahora, más que nunca, la necesidad de actuar con rapidez se hacía evidente. La cuenta atrás había comenzado.
En el momento en que había tomado la decisión de involucrarse aún más en el plan de salvar a Isabella, Aitana también sabía que no había vuelta atrás. Nicolás ya había dejado claro que no estaba dispuesto a perder, y el poder que tenía sobre ella era indiscutible. Pero su determinación, su sed de justicia, la impulsaba a seguir adelante.
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