La mañana siguiente, la luz que se filtraba a través de las persianas de la oficina de Sebastián Alarcón parecía fría e indiferente. La ciudad de Madrid despertaba lentamente, pero el multimillonario no sentía la calma del inicio del día. Más bien, se encontraba atrapado en un laberinto de pensamientos y decisiones que se multiplicaban con cada minuto que pasaba. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, pero lo que más lo perturbaba era la sensación de traición que lo invadía. Esa sensación de que había sido engañado durante tanto tiempo, y lo peor de todo, que ahora la única persona en la que podía confiar era Emma.
Emma Ruiz había demostrado ser más que una simple secretaria. Desde el momento en que había comenzado a trabajar con él, había sobresalido por su inteligencia, su intuición y, sobre todo, su capacidad para mantener la calma cuando todo a su alrededor se desmoronaba. A medida que las horas pasaban, Sebastián sentía que su respeto por ella crecía. No solo era brilla