Sebastián miró los documentos una vez más, sus manos temblorosas pasando las hojas con cautela. La información que había descubierto sobre Marco era más de lo que había imaginado, mucho más. La idea de que su hermano, alguien a quien había considerado su aliado, estuviera involucrado tan profundamente con Javier, le era inconcebible. No era solo una traición de confianza, sino una condena. Lo que más le dolía era la certeza de que no podía confiar en nadie. Las alianzas que había creído inquebrantables ahora parecían tan frágiles como un castillo de naipes.
Emma permaneció a su lado, sin interrumpir su silencio, pero claramente inquieta. Sabía que este era el momento decisivo. Sebastián tenía que confrontar a Marco, no solo como su hermano, sino como alguien que había estado jugando con fuego demasiado tiempo.
-¿Qué vas a hacer con todo esto? -preguntó Emma, la preocupación palpable en su voz.
Sebastián dejó caer los documentos sobre la mesa, y con un suspiro largo, se puso de pie, ca