“Confiaré en ti.” Esa fe, esa rendición en medio de su natural terquedad, fue tan excitante que mi polla no dudó en reaccionar. Disolvió los últimos vestigios de la rabia que había provocado aquel imbécil, reemplazándola con una oleada de deseo puro y posesivo.
—Bien —murmuré, mi voz era un ronquido cargado de intención—. Ahora deja que te muestre por qué.
Antes de que pudiera responder, mis manos se cerraron alrededor de su cintura con firmeza deliberada. Ella emitió un jadeo ahogado, sus ojos verdes brillando con una mezcla de sorpresa y anticipación.
—Frederick, ¿qué estás…?
—Callando esas preguntas que no necesitas hacer —corté, levantándola en mis brazos sin esfuerzo. Sus piernas se enroscaron instintivamente alrededor de mi cintura. Era perfecta. Me encantaba cómo reaccionaba a mí con facilidad—. Solo siénteme.
Caminé los pocos pasos hasta la biblioteca auxiliar, empujando la puerta con el pie. La penumbra y el aroma a cuero nos envolvieron. La cerré de un golpe, aislándonos de