Capítulo 66: Destruyendo el ala restringida.
Una vez más, estaba en la pequeña prisión a la que llamaba “hogar”. Cenizas vino a recibirme, frotándose entre mis piernas y maullando desesperado.
—¿No ha comido nada desde que me fui? —Me giré a ver a Frederick, el cual estaba detrás de mí, esperando que pasara.
—Por supuesto que sí. Di la orden de que alimentarán a tu bola de pelos —Arrugó la frente mientras que veía a mi pequeño felino—. Mira lo gordo que está. Cuando lo vi por primera vez, parecía un alambre con pelusa. Ahora está tan gordo que podríamos cocinarlo y dárselo de comer a una familia de diez.
Bueno, eso es verdad. Hasta yo podía notar lo gordito que estaba y eso que yo lo alimentaba bien, pero supongo que los enlatados de Frederick son de mejor calidad.
—Creo que debo ponerlo a dieta —murmuré.
Como si hubiera entendido lo que dije, dejó de frotarse y me dedicó una mirada de pocos amigos, para después alejarse.
Terminamos de pasar y no sabía muy bien que decir, por lo que veo él tampoco. Yo le lloré en el hospital