••Narra Frederick••
Habían pasado veintiséis horas desde que había dejado sola a Charlotte, lidiando con su dolor y su testarudez. Veintiséis horas observándola tropezar por el ala asignada de la mansión, dejando los platos sucios en el comedor, soltando alaridos al alimentar a su bola de pelos, llorando mientras comía ella misma. Sin contar lo mucho que le costaba descansar y doblarse. La biopsia le estaba pasando factura. La veía retorcerse en la cama, palpando su vendaje. Estaba dormida, pero no se veía nada cómoda.
Cerré la laptop con fuerza, apagando el monitor de seguridad. Ya había visto suficiente. No me apetecía más ver a aquella terca mujer. Así mismo, también apagué la aplicación que me dejaba escuchar su pulso constante.
La última imagen en la pantalla la mostraba encogida en la cama, temblando de frío.
Prefería sufrir antes que llamarme. Había un teléfono en la pared que estaba conectado a mi celular. Solo tenía que levantarlo y me marcaría automáticamente. Eso era lo