El celular de Charlotte brilló bajo la luz de la luna por última vez antes de que lo arrojara al lago. El artefacto impactó contra la superficie del agua, hundiéndose en las profundidades oscuras junto con sus mentiras.
Nunca más.
Nunca más recibiría llamadas de ese tal Julián. Nunca más conspiraría a mis espaldas. Si tuvo algo con ese hombre, aquí mismo se terminaba. Charlotte era mía y ningún maldito iba a quitármela ni a tomar prestado lo que es mío.
Descubriría quien es ese hijo de puta para deshacerme de él.
Dejando al anfitrión de esta mansión inconsciente en el suelo, volví al interior de la mansión.
La sangre aún me hervía en las venas cuando subí las escaleras de la mansión, cada paso resonando como un trueno en el silencio de la madrugada. Mis nudillos ardían por la piel rota y ensangrentada, pero el dolor físico no era nada comparado con el fuego devorándome por dentro.
Abrí la puerta de nuestra habitación de un golpe, estrellándola contra la pared.
Charlotte se i