••Narra Frederick••
En el comedor solo se escuchaba el sonido de los cubiertos contra la porcelana. Sentía el ambiente denso, pero creo que solo era yo, ya que la compañía del día hoy no era nada grata.
Jamás fui hipócrita, hasta que conocí este lado del mundo, el de los ricos en inaccesibles.
Charles estaba sentado frente a mí y Miranda a su derecha. Hace un año, cuando era el esposo de Charlotte, ninguno de los dos se atrevería a dirigirme la palabra. Se limitarían a verme por encima del hombro. Ahora que sabían que poseía una fortuna considerable, actuaban como si fuéramos amigos de toda la vida. Mientras que a Charlotte, quién en realidad la conocían desde que era pequeña, la trataron como mierda una vez que perdió su fortuna.
—Estaba muy preocupado por mi pequeña, es mi única hija —habló Charles, viendo a Miranda como si fuera su tesoro más preciado, pero yo sabía que era todo una actuación. Ellos no sentían nada por nadie, ni siquiera por su propia sangre.
—Pero estoy bien,