Jamás había visto a Cenizas atacar a nadie, ni siquiera a Frederick. Una cosa era jugar y fingir que me mordía, pero por la forma en la que gritaba, supe inmediatamente que en verdad le había clavado los colmillos.
Me quedé en mi lugar, impactada por lo que estaba observando.
Cenizas se negaba a soltar su tobillo, aferrándose como si fuera la última croqueta en el plato.
Miranda gritaba, desesperada, agitando la pierna, hasta que por fin logró liberarse, pero quien conoce de gatos sabe que no se rinden una vez que consiguen una presa.
Cenizas brincó y se aferró al vestido de Miranda. Una persona normal hubiera agarrado al gato para despegarlo de la tela, pero estábamos hablando de una mujer que cursó jardín de infantes dos veces.
Tenia las manos por encima de la cabeza, agitándolas mientras corría en círculos, dando vueltas como demente y gritando. Cenizas se balanceaba de su falda, de un lado a otro y supe de inmediato que estaba disfrutando de su travesura.
Cenizas se soltó, c