Mi cabeza estuvo perdida en los últimos acontecimientos, que olvidé por completo la valiosa colección de cartas. Aquellas que llevaba un año sin abrir a pesar de que cada día me llegaba una distinta, desde la prisión. Hasta que me mudé a esta mansión.
Me quedé inmóvil, mirando los sobres, todos con mi nombre escrito a mano en una caligrafía que conocía demasiado bien.
Durante un año los ignoré. Un año exacto desde que fue arrestado, juzgado, condenado. Un año desde que supe que el hombre que me enseñó a andar en bicicleta, que se disfrazaba de monstruo para que yo me riera, que me arropaba cada noche sin falta… también había estafado a decenas de personas. Algunos perdieron sus ahorros. Otros sus casas. Frederick… Frederick y su familia también fueron víctimas y sufrieron por eso.
Una parte de mí quería arrojarlo todo al fuego. Quemar esas palabras como si pudieran borrar el pasado. Pero la otra parte se aferraba a ellos.
Sin darme cuenta, mis dedos se movieron antes de que la lógica