Cuando una de las sirvientas nuevas entró a la habitación y me informó que Frederick me quería en su estudio, miles de escenarios pasaron por mi cabeza y ninguno fue bueno. ¿Había decidido matar a Willy? ¿Había leído las cartas? ¿Habían matado a Ana?
Corrí hasta la mesita de noche y vi el montón de cartas apiladas dentro del cajón. En la misma posición en la que lo había dejado.
«Muy bien, eso no era»
Di un pequeño desvío hasta la habitación de Arturo, para asegurarme que Willy estuviera con vida. Pero esta vez, toqué la puerta.
Al entrar, Arturo no estaba por ninguna parte y Willy estaba leyendo un libro. Su rostro ya tenía buen color, gracias a los cuidados de Arturo. Simplemente lo saludé y me fui, ya que no quería hacer esperar a Frederick.
Willy estaba vivo, las cartas intactas. Entonces, la última opción era… ¡Ana!
Frederick jamás me llamaba a la oficina de esa forma. Si me quería decir algo, me buscaba.
Entré en el estudio con paso cauteloso. Frederick estaba sentado tras