10SeraphinaEl beso se rompió por el zumbido insistente de su teléfono.Ryder gruñó por lo bajo, molesto por la interrupción, pero contestó sin dejar de acorralarme. Me tenía atrapada contra el asiento, una de sus manos rodeando mi cintura, manteniéndome pegada a su cuerpo. Sentía su deseo contra mi abdomen, duro, palpitante, negándose a ceder a pesar de la llamada.—Thorne —dijo con voz grave, sin quitarme los ojos de encima.Me moví, intentando acomodarme, pero su brazo se tensó como una barrera de acero. Me arrastró aún más cerca, obligándome a sentir cada centímetro de su firmeza. Su otra mano tomó la mía y, sin decir palabra, la colocó justo encima de su erección, marcando lo que él quería sin ambigüedades.Mi corazón dio un vuelco.Sabía lo que estaba pidiendo. O, mejor dicho, exigiendo.Mi mirada subió a la suya. Oscura. Intensa. Despiadadamente dominante.Y entonces lo hice.Con las mejillas encendidas, sin pensar en el mundo fuera del coche, me arrodillé frente a él mientras
11SeraphinaAl día siguiente desperté con un dolor sordo en todo el cuerpo. Me incorporé con lentitud y noté que el otro lado de la cama estaba frío y vacío; se había levantado hacía horas, como siempre. Al sentarme, la sábana resbaló por mi cuerpo desnudo y mis ojos recorrieron las marcas que dejaba su furia posesiva, esa que solo salía a la superficie cuando otro hombre osaba mirarme como si yo pudiera ser de alguien más.Suspiré.Ryder se volvía salvaje cuando se sentía amenazado, especialmente por el sexo opuesto. Yo no me visto de forma provocativa, al menos no intencionalmente, pero él… él parece pensar que sí. Aunque jamás me ha pedido que cambie mi forma de vestir, puedo ver en su mirada cada vez que alguien se atreve a posar los ojos sobre mí… lo mucho que lo odia.Busqué mi vestido y lo encontré hecho jirones, inservible.—Genial, señor Thorne. Gracias por destrozar mi ropa —murmuré con fastidio.—¿Por qué estás de mal humor? —dijo su voz ronca detrás de mí, haciéndome dar
12•Ryder Estaba revisando un correo urgente, uno que debía contestar antes de la reunión con los inversores de Hong Kong, cuando la puerta se abrió de golpe. Ni siquiera alzó la voz quien entró, pero su sola presencia rompió mi concentración.—¿Qué manera es esa de…? —empecé a decir, alzando la vista, pero las palabras murieron en mi garganta.Seraphina. En un estado que me hizo levantarme de inmediato, la silla rechinó al empujarla hacia atrás.Estaba pálida, despeinada, temblando. Tenía marcas rojas en la mejilla y un temblor extraño en la comisura de los labios. Corría hacia mí, como si hubiera visto un fantasma… o algo peor.—¿Quién te atacó? —pregunté con voz baja, peligrosamente contenida, mientras mis manos se apretaban en puños.—Lorena Miller —susurró, y en cuanto pronunció el nombre se derrumbó, refugiándose en mi pecho.La abracé sin pensar. Mi cuerpo la rodeó como una barrera, como si así pudiera protegerla de todo lo que acababa de pasar.—Todo estará bien —dij
13Seraphina Estaba sentada en el sillón de su oficina, con las manos envueltas en un vaso de agua caliente que él mismo me había dejado antes de decirme: “No te muevas.”Y no lo hice. No podía.Habían pasado quince minutos. Tal vez más. El silencio de la oficina se volvió pesado, y la ansiedad me hizo aferrarme más fuerte a la porcelana caliente.Entonces, la puerta se abrió de golpe.Ryder irrumpió como una tormenta, con los ojos rojos, como si no hubiera pasado algo grave, y los hombros tan tensos que parecía que cargaba el mundo.—¿Todo bien? —pregunté en voz baja, apenas un susurro sintiendo que algo iba mal.No respondió. Solo me miró como si no pudiera entender lo que veía… y de pronto, cruzó la distancia que nos separaba y me levantó del sillón de un tirón.Sus manos se cerraron sobre mis hombros, no con brutalidad, pero sí con desesperación. Apreté los labios cuando el dolor me hizo estremecerme.—¿Estás embarazada? —espetó.Me quedé sin aire.La taza cayó de mis manos y se
14RyderMe quedé viéndola salir, paralizado. El eco de sus pasos se desvanecía y aun así no podía moverme. Ella eligió irse… se fue. ¿Cómo puede no entenderlo?No se trata de orgullo. Ni de escándalos.Se trata de que ese bebé no puede venir al mundo.Ella podría morir.Y todo… todo por culpa de mi secreto.Me pasé las manos por el rostro, tembloroso. Recordé algo.—Ella fue al médico hace poco… —murmuré, mirando el perchero de la entrada de mi oficina. Tomé la chaqueta con manos torpes y salí como alma que lleva el diablo.—¿Necesita algo, señor Thorne? —preguntó un empleado que temblaba visiblemente.—¡Mi auto! —grité en el pasillo entrando en el ascensor.El chofer, que parecía estar esperándome por instinto o costumbre, abrió la puerta al instante. Entré de un salto.—Llévame al hospital donde los empleados se hicieron los exámenes esta semana —ordené, con la mandíbula apretada, mientras mis dedos comenzaban a masajearme la frente. El dolor de cabeza ya asomaba, pesado, furioso,
15Seraphina—Voy a cambiarme —murmuré sin mirarlo, bajando la cabeza mientras me daba la vuelta y desaparecía por el pasillo.Sabía que mi rostro era un desastre: las lágrimas secas, los ojos hinchados, la piel roja. No quería que me viera así. No quería que él viera cuánto dolía.Me puse lo primero que encontré: unos jeans viejos, una camiseta básica y mis tenis desgastados. Me recogí el cabello con una liga floja, respiré hondo y salí caminando hacia la puerta sin cruzar miradas ignorando la mirada de mis padres.Lo sentí seguirme en silencio, como una sombra. Bajamos las escaleras y el aire entre nosotros se volvió más denso que el concreto que pisábamos. No dije nada. Él tampoco. Y eso me asfixiaba.A dos cuadras de casa, doblé sin decir palabra hacia esa cafetería que tanto me gustaba. Pequeña, cálida, llena de plantas y estanterías repletas de libros. Sofás desiguales, con cojines suaves que te abrazaban como si quisieran curarte. Siempre me hacía sentir en casa.Me senté en un
16Seraphina—¿Blake? —dije al soltarme de sus manos con suavidad—. No te vi…—Ya veo, vas como huyendo —respondió con una risita que intentaba aligerar el momento—. ¿Estás bien?Blake. Un nombre que no escuchaba desde la secundaria, aunque era familia ahora no estábamos especialmente cercanos. Después de graduarnos, él cambió mucho. Ahora parecía más seguro de sí mismo, más… sólido. Y aún conservaba esa sonrisa tranquila que lograba relajar el ambiente.—Estoy bien —asentí con rapidez, intentando convencerlo. Convencerme.—Bueno, ¿qué tal si nos vamos a comer? hace mucho que no veo a mi hermanita —dijo con una pequeña sonrisa.Lo abracé sintiéndome protegida, él no lo dudó y me devolvió el abrazo.—¿Te hicieron bulliyng? ¿Quién se metió con mi hermanita? —preguntó entrando en pánico y me siento cálida por dentro, sollozaba mientras reía lo que me hacia ver un poco loca.—Vamos por esa comida —dije para distraerlo un poco.En el restaurante.Blake masticaba su hamburguesa como si no hu
17SeraphinaRegresé sola a casa, luego de insistirle mucho a Blake de que estaba bien, caminé lentamente mientras la ciudad bullía a mi alrededor como si el mundo no se hubiera detenido unas horas atrás. Mis pies pesaban, pero no tanto como mi alma. Era bueno este tiempo que pasé con Blake.Cuando abrí la puerta, el olor a sopa de pollo y pan recién hecho me golpeó como un abrazo cálido que no sabía si merecía. Mamá estaba en la cocina, secándose las manos con el delantal, y papá alzó la vista desde el periódico con una expresión entre preocupación y alivio.—¿Dónde estabas? —preguntó mamá de inmediato, acercándose con el ceño fruncido—. Te fuiste sin decir nada, y no has comido nada en todo el día.—Estaba dando una vuelta luego de hablar con mi ex empleador —mentí, bajando la mirada y quitándome los zapatos sin mirarlos.—¿Ex empleador? ¿El señor Thorne te despidió? —intervino papá con voz baja, como si no quisiera sonar inquisitivo, pero no pudiera evitarlo— ¿Qué hiciste?—No quie