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BLAKE

El sonido del helicóptero alejándose fue lo último que escuché antes de que todo se volviera un eco distante. Me quedé solo con el cuerpo sin vida de mi hermanita. La vi tan pequeña, tan pálida… no como la fuerza de huracán que había sido, sino como una flor apagada. Aun así, seguía siendo mi hermana. Y no pensaba dejarla.

Con un cuidado reverente, la envolví en una manta suave. Sus mechones dorados estaban húmedos de sudor, pegados a su frente. Le quité un mechón con la misma ternura con la que lo hacía cuando era niña y se metía en mi cama después de una pesadilla. Pero esta vez… la pesadilla era real.

—No te voy a dejar —murmuré con voz baja, ronca.

Me puse de pie con ella en brazos y salí del lugar. A cada paso, sentía que el suelo temblaba bajo mis pies. Pero no podía quebrarme. No ahora. No cuando aún quedaba una chispa de esperanza. Porque yo lo sabía. Algo en mí se negaba a aceptarlo. Seraphina no era como las demás. No era solo una humana.

Al llegar al muelle, ordené