Perseo sintió cómo se le nublaba la vista y perdió el conocimiento. Sofía soltó una gran carcajada llena de malicia y regocijo, saboreando su triunfo. Luego, se dirigió hacia la puerta y la abrió, revelando a dos lobos que resguardaban la entrada.
—¡Entren, desámenlo y acuéstelo en la cama! —ordenó con autoridad.
Los lobos obedecieron y se apresuraron a desamarrar a Perseo y acostarlo en la cama. Una vez terminaron, salieron de la habitación, dejando a Perseo solo con Sofía.
Sofía se acercó a Perseo y, con gestos maliciosos, lo desnudó por completo. Era de noche, y ella tenía la intención de esperar pacientemente a que él despertara.
A la mañana siguiente, Perseo se despertó con un dolor de cabeza pulsante y una profunda sensación de confusión. Al mirar a su alrededor, no pudo reconocer el lugar en el que se encontraba. Su mente parecía estar en blanco, incapaz de recordar nada de su vida.
Una voz melosa lo sacó de su aturdimiento, y giró la cabeza para ver a una mujer desconocida a s