Los labios de Lilia siempre le han parecido suaves, como si su textura fuera de seda y su sabor la más dulce miel. Le encanta la manera pausada de ella disfrutar de su boca, cómo su lengua le corresponde en una danza exquisita que lo enciende y el olor de su aliento. Ella sabe bien en todas partes y su aroma es como un perfume fino, que te envuelve en sus encantos y te hace prisionero.
Es tan adictiva...
Bratt empieza a desesperarse, ya que su cuerpo le pide más de su amada. Necesita lamer cada centímetro de esa piel blanca como la leche, escuchar la música de sus gemidos y fundirse en ella como si fueran una sola carne.
Sí, la anhela debajo de su cuerpo desnudo, ahora.
—Hadita, te amo —jadea sofocado, debido a la mezcla de emociones.
—Yo también te amo, Bratt.
Sus labios vuelven a unirse con hambre. Las lenguas ansiosas se encuentran y juegan entre ellas, mientras que las manos traviesas de Bratt buscan piel para tocar.
Pronto la ropa de Lilia cae al piso.
Ella se queda expuesta ante