Efraín ya había perdido la cuenta de cuántas veces había llamado, pero el celular seguía apagado. “¿A dónde te fuiste, Bianca?”
—Presidente —dijo Carlos Torres, su asistente, de pie a su lado. Realmente no esperaba que las cosas terminaran así. Si lo hubiera sabido, jamás habría dejado que Bianca entrara en la oficina de su jefe. Era un pésimo asistente, ¿acaso había olvidado cómo manejar las cosas? Carlos se quedó cabizbajo, lleno de remordimiento.
Efraín, exasperado, marcó el número de Claudia. En un principio, no había querido alarmar a la familia Lira.
—¿Qué pasa, Efraín? —preguntó Claudia, extrañada.
—¿Bianca está contigo? —preguntó Efraín.
—Ah, no. Estoy en la oficina. Bianca no está aquí. ¿Qué pasó? ¿Tuvieron algún problema?
—No es nada. Solo una pequeña discusión. Pensé que tal vez había vuelto a casa.
—Ay, ustedes dos... Llamaré a casa para preguntar. ¿No puedes comunicarte al celular de Bianca?
—No, lo tiene apagado.
—De acuerdo, llamaré a casa para saber si está allá. —Clau