Francisco salió del baño vestido con ropa cómoda y casual. A su madre se le iluminó la cara al verlo; no cabía duda de que su hijo era muy apuesto.
—Mamá, no me veas así, que me intimidas —bromeó él.
—Oye, Francisco, hoy te tienes que arreglar bien, ¿eh?
—¿Para qué? —preguntó él, levantando la vista. Al ver la cara sonrojada de su madre, supo que algo se traía entre manos.
—¿Papá? —insistió, buscando el apoyo de su padre, quien usualmente era más directo. Pero esta vez, su táctica no funcionó; Jorge desvió la mirada, esquivando la pregunta de su hijo.
—Es que va a venir una amiga mía. Todas me envidian por el hijo que tengo y pues quieren conocerte —explicó Lorena—. Quiero presumirte un poco.
Francisco suspiró, sintiéndose acorralado.
...
Leo no se había alejado mucho. Se sentó en la banca de un parque cercano, con el ánimo por los suelos. Se sentía fatal; no todos los días uno toma un avión de última al extranjero, de emergencia para apoyar a un amigo, solo para encontrarse con una e