Mateo abrió el termo y un aroma delicioso inundó la oficina. Con cuidado, sirvió un poco en un tazón pequeño y se lo entregó.
—Gracias, mi amor. —le sonrió con ternura y tomó el tazón.
—Toc, toc.
—Adelante.
—Presidenta, el señor Herrera, está aquí. —anunció su secretaria.
Claudia se alegró. ¿Habría funcionado lo que le pidió a su hermana? Dejó el tazón a un lado.
—Hazlo pasar, por favor.
Efraín, con un elegante traje gris plateado, entró con aire imponente.
Claudia se levantó.
—Fray, qué oportuno eres.
Mateo, de pie detrás de ella, sonrió y asintió. Ver a Efraín todavía lo ponía un poco nervioso, así que no dijo nada.
—Mateo también está aquí. Se nota que eres un esposo que quiere mucho a su mujer. —bromeó Efraín.
—Jaja, Fray, ¿ya comiste? Si no, te sirvo un poco. —ofreció Mateo amablemente.
—No, gracias. Ya comí. —respondió Efraín con una sonrisa cortés. Luego, se puso serio—. Vine a hablar contigo sobre los problemas que están enfrentando.
La expresión de Claudia también se tornó gr