—Vale, ¿cómo estás? ¿Qué haces aquí?
Preguntó Leo con verdadera preocupación al ver a Valeria entrar en la oficina.
Tenía los ojos enrojecidos e hinchados, una clara señal de que había llorado durante horas. Su voz sonaba un poco ronca cuando habló.
—Leo, es que… todo fue tan inesperado. Solo… solo quiero saber cómo están.
—Todo es un caos en este momento. Por favor, no culpes a Rubén. Él nunca quiso lastimarte.
—Claro que no, ¿cómo crees? Es solo que… jamás imaginé que la persona que Rubén ama fuera el diseñador de mi vestido de novia. Debió ser muy doloroso para él diseñarlo para mí.
—Vale…
Leo suspiró.
—No puedo creerlo. ¿Cómo puedes ser tan buena?
Valeria esbozó una sonrisa melancólica, con la vista perdida en el cielo.
—No es que sea buena. Es que no quiero arruinar la felicidad de Rubén. Tú mismo lo dijiste, que soy una buena chica, ¿no?
—Claro que sí. Eres la chica más increíblemente buena que he conocido.
—Entonces… ¿tú crees que, sin Rubén, pueda encontrar a alguien mejor?
—S