Para su sorpresa, Francisco no estaba dormido. Rubén apretó el celular con fuerza, su voz sonaba áspera.
—¿Tú estás haciendo el vestido de novia?
—Sí.
—¿Y qué haces ahora?
—Estoy revisando algunas muestras. ¿Por qué?
—Cancélalo todo. No quiero que lo hagas tú.
Francisco guardó silencio por un momento, y después respondió.
—Es solo trabajo. Un favor para un amigo. Además, quiero hacerlo, no le veo ningún problema.
—¡Pero me voy a casar con otra! ¡No necesito que tú lo hagas! Si digo que no, es no —exclamó Rubén, la frustración desbordándose.
—Rubén —dijo Francisco con una indiferencia que heló a su interlocutor, obligándolo a escuchar en silencio—. Quiero que pienses en este vestido como el punto final de nuestra… relación. De eso tan absurdo que tuvimos. Así que no te niegues, por favor. De esta forma, los dos podremos cerrar el ciclo.
Rubén sintió que los dedos se le entumecían de tanto apretar el celular. Se quedó inmóvil, sosteniendo el aparato junto a su oído mucho después de que