En el centro del salón principal, Horus habló con autoridad.
—Prepárense. De ahora en adelante, deben estar listos en todo momento. El imperio se recuperará rápido y Atlas no permitirá otra derrota. Pero ahora… nosotros estaremos preparados.
Los tres asintieron, con una mezcla de respeto y admiración.
Hespéride contemplaba todo desde un segundo plano. La semilla estaba plantada. Horus no era solo un príncipe: era un líder, un símbolo, un Némesis para Atlas. Y ella, desde las sombras, lo guiaría hacia ese destino…
Después de eso, Hespéride ayudaba en la ciudadela atendiendo a los heridos, a los enfermos y también asistiendo en los partos. Sus manos manchadas con la muestra de su trabajo parecían cargar con siglos de experiencia, y al mismo tiempo con la ternura de alguien que alguna vez había sido madre.
Horus la observaba desde la distancia, con el porte de un príncipe y los pensamientos de un hombre dividido. Veía cómo se inclinaba sobre los lechos, como sus ojos oscuros se volvían u