Anthony entró en la mansión Ross con pasos pesados, su furia palpable en cada movimiento. La tensión en el aire era sofocante, y los sirvientes lo notaban al apartarse de su camino con miedo en los ojos. Sabían que cuando Anthony Ross estaba en ese estado, nada bueno sucedía.
Sin perder un segundo, Anthony llamó a Jeremy con una voz seca y autoritaria.
—Llama a Sofía. Quiero verla ahora.
Jeremy lo observó por un momento, sabiendo muy bien lo que eso significaba. La mirada de Anthony estaba oscura, esa chispa asesina que solo aparecía cuando la situación era crítica. Podía predecir lo que iba a suceder, y nada sería bonito.
—Sí, señor —respondió Jeremy con un leve asentimiento. Sin decir más, salió del salón en busca de Sofía.
Cuando llegó a la puerta de la habitación de Sofía, algo lo sorprendió: ella ya estaba allí, lista, como si hubiera estado esperando la llamada. Llevaba una sonrisa tranquila, casi perturbadora, en sus labios, y su postura no mostraba ni un atisbo de miedo. Jerem