—Perfecto —respondió ella sin emoción.
Sofía se quedó de pie, inmóvil, sin mostrar ningún indicio de duda o arrepentimiento. Para ella, esta decisión era solo una parte más de su vida calculada, una pieza del tablero que estaba dispuesta a eliminar para mantener el control. Nadie debía enterarse, ni Anthony, ni James. Mucho menos debía involucrarse un hijo que complicara los planes que había forjado con tanto cuidado.
El doctor levantó la vista de sus papeles y dijo:
—Es un procedimiento sencillo, pero, como sabes, implica algunos riesgos. Te recomiendo que alguien te acompañe después para asegurarse de que todo esté bien.
Sofía soltó una risa seca.
—No te preocupes. No será necesario —respondió ella—. Ya he pasado por esto antes.
Sofía se quedó un momento en silencio cuando el médico sacó el formulario y comenzó a escribir. Su pluma se movía rápidamente, como si cada trazo en el papel fuera parte de un proceso mecánico que había repetido una y otra vez. Todo era rutinario para él, pe