Ella se quedó junto a su auto, aún sintiendo el dolor del legrado reciente, pero lo que más le dolía ahora no era físico. Mientras intentaba ordenar sus pensamientos, Richard Ross se acercó más, su imponente figura proyectando una sombra que parecía oscurecer su futuro inmediato.
—Debo admitir, Sofía —comenzó Richard con una voz profunda y calculada—, que eres una mujer paciente. Has sabido esperar tus oportunidades de una forma que pocas personas pueden. Y aunque siempre quise que Katherine fuera la esposa perfecta para mi nieto, es momento de dejar esa idea en el pasado y mirar hacia el futuro.
Sofía sintió su corazón detenerse por un momento, sin poder procesar lo que estaba escuchando. Richard Ross, el hombre que siempre la había visto como una intrusa, una oportunista, estaba dándole un reconocimiento que jamás había esperado. ¿Qué estaba sucediendo?
Richard continuó, ignorando por completo la incredulidad en el rostro de Sofía.
—Un futuro donde tú, Sofía, llevas en tu vientre al