Nicole condujo a toda velocidad, rogando a los cielos porque su madre estuviera bien y sin importarle lo que Henry pudiera hacerle a ella.
Y aunque en el fondo ella sí estaba bastante asustada, eso no la detuvo cuando casi tumbó la puerta de la casa de sus padres.
— ¡Señora…! — La sirvienta que abrió, la observó escandalizada.
— ¿Qué?, ¿es Nicole? — La tenue voz de Olivia se escuchó al fondo, Nicole casi corrió hacia donde se escondía su madre.
— ¡Mamá! — Gimió Nicole cuando la tuvo al frente.
Olivia estaba agachada, hecha una bolita y pegada a una pared, en sus ojos se marcaba el miedo y en su piel se marcaba el terrible maltrato que había recibido.
Los brazos colorados, el rostro rojo y con los dedos marcados, una pequeña abertura ensangrentada en los labios, las lágrimas se deslizaron por las mejillas multicolores de Olivia, apenas vio a su hija.
— ¡Mamá, oh, por Dios! — Nicole se arrodilló a su lado. — ¡Vamos!, ¡tenemos que irnos, tenemos que sacarte de aquí!
Esta vez Henr