— ¿Tiene algún problema con el trabajo, señor Gibson? — Le preguntó Diego con mucha seriedad, mirándolo fijamente a los ojos. — ¿O prefiere seguir conformándose con lo que le toca de ganancias?
— No… — Exhaló Walter de mala gana, apretando los puños. — No tengo ningún problema, señor Ortiz, puedo demostrar que puedo trabajar en lo que sea…
Walter se giró, dispuesto a salir de esa oficina, encerrarse en un baño y pegar cuatro gritos al viento, para luego tener que aceptar el puestico que le darían, pero antes de salir de la oficina, Diego le habló.
— ¡Señor Gibson! Mi sobrino, Patrick Collins, le mandó a decir… — Voceo Diego y Walter se giró, perplejo. — Que espera que con esto entienda su lugar en el mundo y su propia insignificancia, lo que su arrogancia y ego no le ha dejado ver… — Soltó Diego se una forma muy casual, recostándose al escritorio mientras que metía las manos en los bolsillos de su pantalón. — Fue usted quien humilló a su exesposa por un puesto de trabajo que sabía