CAPÍTULO DIECINUEVE

Erik:

Me sabía mal tener que pedir ayuda. Clara tenía razón: debía recibirla. Aquella carta de demanda me había dejado al borde de la locura. La idea de perder a mi pequeña me estaba matando.

Mi esposa, que en paz descanse, nunca me perdonaría si no luchaba y hacía hasta lo imposible por quedarme al lado de nuestra hija.

Lucero, mi esposa, había decidido alejarse de sus padres controladores y opresores para elegirme a mí, y con ello también a nuestra hija, aunque esa decisión… le hubiese costado la vida.

Aquí estoy, parado frente a la puerta de la oficina de Clara Gutiérrez, en Glamour, dispuesto a pedirle ayuda. Jamás pensé que llegaría a este punto, pero las circunstancias me han acorralado, y si quiero asegurarle un futuro a Luna, debo dejar de lado el orgullo y aceptar que no puedo hacerlo todo solo.

—Buen día, por favor, necesito encontrarme con la señora Clara Elizabeth Gutiérrez —le digo a la señorita de la recepción.

—Buen día. ¿Tiene cita con ella?

—No, pero dígale que es de
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