La puerta de la habitación de Ángelo se abrió de golpe, y Vittoria entró con pasos firmes, cerrándola tras de sí. Ángelo, que revisaba documentos en su escritorio, levantó la mirada, frunciendo el ceño ante la intrusión.

—¿Qué pasa ahora, madre? —preguntó, dejando los papeles a un lado.

—Quiero saber por qué tuve que enterarme por Elise Laurent que tú… ¡la besaste! —exclamó Vittoria, cruzándose de brazos con una mirada acusadora.

Ángelo suspiró, inclinándose hacia atrás en su silla con una expresión agotada.

—No fue lo que crees —respondió con calma, aunque su tono era tenso.

—¿Ah, no? —replicó Vittoria, levantando una ceja—. ¿Entonces me vas a explicar por qué la señora Laurent me advirtió que no hará negocios con nosotros si no corriges tu comportamiento?

Ángelo se puso de pie, claramente irritado, y caminó hasta el centro de la habitación.

—Elise estaba teniendo un ataque de pánico en el elevador, madre. Apenas podía respirar, y yo… simplemente intenté calmarla. Fue un momento, un