Capítulo 95
Sofía se sentó a beber el café, y entonces Vicente entró en el cuarto hecho una furia.

— ¿Qué le ha pasado al coche? —preguntó Sofía, levantándose para servirle una taza de café.

—El árbol ha hundido parte del techo —respondió con amargura—. Me va a costar una fortuna repararlo.

— ¿Ese daño no lo cubre el seguro?

—No lo creo. Esta clase de accidentes están considerados como “actos de la voluntad divina”, según la opinión de las compañías de seguros.

Sofía consultó su reloj.

— ¿Eso significa que no podrás llevarlo hasta Puerto Cabello? —indagó preocupada.

—El administrador me ha dicho que un amigo suyo nos llevará en su camioneta. Uno de los empleados recogerá el Ferrari después.

— ¡Menos mal! —exclamó Sofía con seriedad, arrepintiéndose para sus adentros de haber aceptado cenar con Vicente, y sobre todo, de haber permitido que le hiciera el amor. Esa mañana parecían dos desconocidos hablando de un estúpido coche—. ¿Cuándo nos vamos?

—En cuanto llegue el amigo del administrador
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