—Ese es el problema, ¿Verdad? —le replicó— Nunca me trataste como a un igual. Era alguien de quien te sentías responsable, a quien controlabas del mismo modo que controlabas tus negocios y el resto de los aspectos de tu vida. De alguna manera, creo que tenías razón. Yo todavía no había madurado. Debería haberme enfrentado a ti de una manera racional, adulta, en vez de haberme puesto a patalear para intentar llamar tu atención.
Vicente se burló.
—¿Así que montarme los cuernos es tu forma de llamar mi atención?... Bueno, palomita, ya tienes mi atención. Y con todos mis sentidos puestos en ti, te digo, que he llegado a la conclusión—la miró con rabia y le espetó— ¡De que eres una maldita puta!
—¡Desgraciado! ¡Vulgar! —gritó ella.
Dayana furiosa le lanzó una bofetada y Vicente le detuvo la mano en el aire y le dijo amenazante.
—¡No se te ocurra, porque me voy a olvidar que eres una mujer!
—¡Cómo te atreves a insultarme!
—¡Es lo que te mereces!
Dayana se soltó de su agarre y le dijo.
—Toda