–¡Márchate! –dijo Sofía con firmeza–. Vete de mi casa ahora mismo.
Vicente sacudió la cabeza.
–Todas nuestras noches en la cama fueron increíbles–aseguró–. Y sé que para ti también lo fue.
–Exacto Vicente fueron tiempo pasado. ¿Dónde está Dayana? Porque no vas a molestarla a ella.
–¿Me estás reclamando? Tú me sacaste de tu vida, ¿Lo recuerdas?
–No me importa lo que hagas con tu vida. Por favor...
Sofía se interrumpió, cuando Vicente se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.
–Si me lo pides con tanta amabilidad…
La besó y se hundió en su aroma. Sofía se revolvió a medias durante un segundo o dos, como si intentara negar lo que estaba pasando entre ellos.
Pero la vacilación desapareció al instante y le pasó las manos por el cuello, apretándose contra él. Vicente dejó caer las manos por la curva de su trasero y las mantuvo allí, sosteniéndola con fuerza contra su erección latente por el deseo de estar dentro de ella. ¿Sabía lo que podría pasar cuando decidió ir allí? ¿Había in