Me encerré en el vestidor.
Era el único lugar donde me sentía relativamente segura.
Las filas de vestidos de alta costura absorbían el sonido.
Me senté en el suelo, con la espalda apoyada contra la caja fuerte.
Saqué el teléfono desechable que Sera me había dado.
Tenía un archivo de video nuevo.
"Míralo sola," decía el mensaje de texto.
Me puse los auriculares.
Le di al play.
La pantalla pequeña se iluminó con el rostro de Vivienne.
No era la mujer rota que había visto en la villa de Al Awir.
En este video, parecía una fiscal presentando pruebas. Tenía la espalda recta. La mirada fija en la lente.
Pero sus manos...
Sus manos retorcían un pañuelo de tela.
—Me llamo Vivienne Delacroix —empezó su voz digitalizada—. Y esta es mi declaración sobre los métodos de aislamiento de Khalid Al-Rasheed.
Tragué saliva.
El video tenía fecha de hace dos años. Era una prueba que nunca llegó a un tribunal.
—Al principio, es sutil —dijo Vivienne—. No te prohíbe ver a tus amigos. Simplemente... los ensuc