(Catalina POV)
El ascensor se abrió en el piso 148.
El silencio del penthouse me recibió como un sudario.
Caminé directamente hacia el vestidor.
No me quité los tacones.
No encendí las luces principales.
Fui directo a la caja fuerte oculta tras el espejo de cuerpo entero.
Mis dedos marcaron la combinación.
Click.
La puerta de acero se abrió.
Allí estaba.
Mi pasaporte español.
Lo saqué.
El tacto de la cubierta burdeos se sentía como la piel de un viejo amigo.
Lo abrí.
Catalina Solís-Navarre.
La foto era de hace cinco años.
La chica de la foto sonreía. Tenía luz en los ojos. No sabía lo que era un diamante de sangre ni una mentira de seda.
Lo apreté contra mi pecho.
Puedo irme, pensé.
Mi corazón latía desbocado, como un pájaro golpeando los barrotes.
Puedo ir al aeropuerto ahora mismo. Hay un vuelo de Emirates a Madrid a las 3:00 AM. De ahí, el Puente Aéreo a Barcelona.
En doce horas podría estar en la terraza de mi padre, comiendo pan con tomate y llorando en su hombro.
En doce horas,