136. Sin que lo notes

—¡Necesito que la lleven a un hospital! ¡Ahora! —la voz de Gerardo retumba tan fuerte en sus oídos, pero debido al incremento del estrés y el miedo en Altagracia ni siquiera está cerca de prestarle atención. Solamente lo abraza por el cuello, entre lágrimas silenciosas mientras el sonido de los disparos hace que se envuelva más en los brazos de Gerardo.

—¡Aquí! ¡Tráela aquí! —escucha Altagracia en un vocifero que desprende ferocidad. No distingue quien es, pero no es Gerardo.

Segundos después, tras una camioneta blindada y el cesar de los disparos, Altagracia logra abrir los ojos, temiendo todavía que sea un sueño. Gerardo la descansa detrás del auto, acomodándola en el maletero cuando varios de los policías ya están más atrás.

—Altagracia.

Llama Gerardo cuando sus dos manos tocan su rostro. Entre lágrimas, ella lo mira. Y la mirada de afecto y preocupación en Gerardo son las dos cosas que la hacen delirar en alegría y alivio. Altagracia no para de llorar.

—¿C-cómo…? ¿Cómo me encontra
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