Ante la situación que se desata afuera, Isabella decide entrar de nuevo al edificio y sellar esa puerta. Las balas golpean el metal, mira a su alrededor y sabe que es cuestión de tiempo para que entren a buscarlos.
Isabella sostiene a Renatto con un brazo, manteniendo el arma firme con la otra. Su respiración es rápida, pero su mente está clara. Deben salir de ahí a costa de lo que sea.
Deja a Renatto apoyado en la pared, un gesto de silencio y se escabulle para ver qué tiene en el pasillo frente a ella. Regresa rápidamente, se guarda un arma y lo rodea por la cintura para sacarlo de ahí.
—Se supone que yo vine a salvarte.
—Y lo hiciste, estaba a punto de rendirme, pero tus gritos me sacaron del letargo. Aunque llegué a pensar que eran alucinaciones.
Los pasos apresurados en el pasillo advierten que no están solos. Isabella se detiene, presiona su