La tención de lo que estaba por venir mantuvo a Catherine prácticamente al borde del asiento el primer par de horas de viaje. Sin embargo, el cansancio de todas las emociones del día, aunado al hecho de que llevaba varios días prácticamente sin dormir; causó que no pudiera mantenerse despierta por más tiempo.
Thomas había insistido en que no se detuvieran a descansar más que para alimentar a los caballos y es que deseaba llegar a su casa lo antes posible. Aquello volvió aquel viaje aún más extenuante y difícil.
Se encontraba profundamente dormida, cuando de pronto sintió y escucho un fuerte golpe en la puerta del carruaje. Este le despertó de un salto.
—Baja, hemos llegado —le hizo saber Thomas con firmeza.
Aun cuando se sentía un tanto adormecida aun y tenía el cuerpo agarrotado a causa de las horas que llevaba sentada en aquella incómoda posición, se movió tan rápido como le fue posible. Maniobro su vestido de novia y la gruesa capa que le cubría del frio para bajar del carruaje.
Debía ser de madrugada, porque todo continuaba sumido en la más absoluta obscuridad. No tenía idea del lugar al cual acababan de arribar, solo sabía que ya no estaban más en Londres; podía sentir el aire puro del campo golpeando su rostro. Por desgracia, no podía ver nada o al menos fue así hasta que de pronto apareció frente a ella Thomas, quien sujetaba una lámpara. No emitió palabra alguna, apenas y le miro antes de emprender el camino hacia la casa.
Catherine no tuvo más opción que prácticamente correr tras él hacia el interior de la casa, la cual se encontraba de igual modo en medio de la penumbra. Fue de ese modo hasta que Thomas entro con la lampara, la cual ilumino la espaciosa y magnifica estancia.
Por desgracia no tuvo oportunidad de admirar todo a su alrededor, cuando el cochero y su ayudante entraron tras ellos llevando consigo el baúl en que se encontraban sus pertenecías.
—Señor —le llamaron, esperando sus instrucciones.
—Pueden dejarlo en el suelo y márchense a descansar —les ordeno Thomas sin siquiera voltear a verlos, sino que solo comenzó a subir las escaleras.
Catherine no tenía idea de lo que deseaba que hiciera, así que solo permaneció en su lugar. Fue así hasta que este se encontró a la mitad de las escaleras, entonces volteo a verle por encima del hombro.
—Sígueme —le ordeno con firmeza.
De ese modo lo hizo, lo siguió hasta que al llegar al segundo piso se detuvo ante una puerta y entro en la habitación. De igual que lo hizo antes lo siguió al interior en silencio y sin más opción.
Una vez en el interior se dio cuenta de que se trataba de una habitación. Una gran cama con dosel se encontraba a la mitad y su sola presencia le hacia sentir un temor aun mayor, pues la sola posibilidad de lo que podía pasar en aquel lugar causaba que su corazón latiera como loco. No tanto ante la expectación de ese momento, sino ante el terror de lo que venía.
Pensaba al respecto, cuando de pronto la puerta se cerro a sus espaldas de golpe; haciendo que girara en redondo con rapidez. Lo hizo, viendo a Thomas parado ante esta.
Espero que se le acercara, quizás que intentara algo; pero no fue de ese modo. Solo paso por su lado de camino al otro lado de la habitación, donde sirvió una copa con movimientos lentos.
Podía escuchar el sonido del cristal chocando entre si, el del licor fluyendo y todo en lo que pudo pensar fue en encontrar una forma de escapar de ahí de huir y no detenerse. Por desgracia, no tuvo oportunidad de intentarlo siquiera; cuando de pronto se dio la vuelta con la copa en su mano y comenzó a caminar hacia ella. Lo hizo solo para tomar una silla y colocarla a la mitad de la habitación, tomando asiento en esta.
—Quítate el vestido —le ordeno de pronto, haciendo que el corazón de Catherine se detuviera de forma abrupta.
Sintió como si el mundo se hubiera puesto de cabeza, como si el aire no lograra entrar a sus pulmones. Se sintió completamente abrumada. Estaba paralizada, así que no hizo el afán siquiera de intentarlo.
—Hazlo de una vez o lo are por ti —hablo, usando un tono de voz tan severo que no dejo espacio a la duda. Ella estaba consciente de que lo aria y no podía soportarlo.
Con manos temblorosas y movimientos lentos, comenzó a deshacerse de su vestido de novia. Hecho a un lado el velo en su cabeza, prosiguiendo a desatar las cintas que mantenían ajustado el vestido a su cintura y apenas lo logro se detuvo un momento para intentar encontrar la fortaleza para seguir.
—No te detengas —le dijo Thomas desde su asiento, mientras continuaba tomando su copa.
En el momento en que comenzó a bajar el vestido por sus hombros, las lágrimas iniciaron a fluir de sus ojos de forma silenciosa. El vestido pronto callo a sus pues como un charco de seda y tul blanco, dejándola únicamente con una camisola que le llegaba arriba de la rodilla y cullo cuello se encontraba tan abajo que apenas y le cubría los pechos. Unas medias blancas que le llegaban casi hasta el borde de la camisola y nada más.
Intento cubrirse de forma desesperada con las manos, protegerse de alguna forma. Mientras que Thomas solo continuaba obviándola detenidamente desde su posición relajada en la silla, donde de pronto lanzo una risa un tanto ronca.
—No tienes por qué cubrirte. Después de todo esta no seria la primera vez que estaremos juntos, ¿no es así? —le cuestiono de forma maliciosa, haciendo referencia al día en que se conocieron.
Catherine, en cambio, no pudo emitir palabra alguna. No podía levantar la mirada siquiera.
—Ahora ven, acércate —le ordeno, haciendo que Catherine levantara la vista aún más aterrorizada por lo que pretendía.