Doña Rosario se encontraba muy alterada cuando los sirvientes le informaron que alguien de la casa del Duque Defensor del Reino había ido a exigir el pago de una deuda. Inmediatamente mandó llamar a Theobald para interrogarlo sobre el asunto.
Theobald sabía que ya no podía ocultar la situación. Al ser tan visible y comentada por los sirvientes, decidió contar la verdad.
Doña Rosario, furiosa, exclamó:
—¡Pero qué desastre! ¿Cómo pudiste casarte con alguien así? ¡Cada día trae problemas! Si no bastaba con los escándalos en la casa, ¡ahora va a hacer escándalos afuera! ¿Acaso no se mira al espejo antes de hacer el ridículo?
Se llevó una mano al pecho, visiblemente afectada, y continuó:
—¡Es un desastre! Seguro que fue a ver a Isabella, intentando interferir con tu boda con la señorita Dolores.
Theobald se sintió súbitamente alarmado, ya que había comenzado a entender que las acciones de Desislava no eran tan aleatorias. Quizás, como su madre había dicho, se debía a su matrimonio con la se