—¿Y ahora qué? —susurró de repente Hana.
—Supongo que debemos bailar ahora, a no ser que en medio de una pista de baile tú te sientes a comer. —le respondió, obviando su oración con su tono de voz bastante sarcástico.
Hana estuvo apunto de gritarle, estaba indignada por la manera en que Adrien le habló. Pero no obstante, esa indignación fue cambiada por vergüenza e intensos nervios cuando la mano de Adrien se posó en su cintura, provocando que el recuerdo del beso golpeara su mente nuevamente, estremeciendo su sistema entero. Inconscientemente intentó retroceder, pero el agarre que el pálido ejercía no se lo permitió.
Terminaría sufriendo de un infarto dentro de esa fiesta.
La otra mano de Adrien fue directo a la suya, guiándola a posarse sobre su hombro. Entonces, ambas manos restantes se juntaron, entrelazando sus dedos. De acuerdo, habiendo llegado hasta ese punto no se asombraría si terminaba desmayándose en plena pista.
Adrien se acercó a su oreja y susurró: —Relájate, recuerda q