06

Hana estaba sentada en su habitación, rodeada por el silencio que la envolvía como un manto pesado. Los recuerdos de Jackson la atormentaban, trayendo consigo un torrente de dolor y resentimiento. Durante años, su vida había estado marcada por la soledad, los golpes y los insultos, una rutina cruel que la había hecho sentir como si no hubiera escape.

A pesar de estar en la mansión de Adrien y en una nueva manada, la sensación de seguridad completa le resultaba esquiva. Los ecos de su pasado aún resonaban en su mente, y aunque se encontraba en EmberWood lejos de Jackson, la sombra de su antigua vida seguía persiguiéndola.

El frío de la habitación parecía penetrar más allá de su piel, hacia el fondo de su ser, recordándole que la paz total era aún un objetivo lejano. Mientras observaba el tenue brillo de la luz que entraba por la ventana, Hana se preguntaba si alguna vez podría sentirse realmente libre del tormento que había vivido, o si, a pesar de sus esfuerzos y de la nueva vida que le deparaba el futuro, seguiría arrastrando las cadenas invisibles de su pasado.

Sin embargo, su angustia se vio interrumpida cuando escuchó un ligero golpe en la puerta, seguido por la voz familiar de Jade. —Hana, soy yo. ¿Puedo entrar?

Hana se limpió las lágrimas discretamente antes de responder. —Sí, adelante.

Jade entró en la habitación con una sonrisa cálida, llevando en las manos la ropa que había escogido para ella. Al ver a Hana, su expresión de preocupación se suavizó y se dirigió hacia ella con paso firme y confiado.

—He traído algo para ti— dijo Jade mientras dejaba la ropa sobre la silla cercana.

La sonrisa de Jade era contagiosa y, a pesar del dolor que aún sentía, Hana no pudo evitar sentirse un poco aliviada por el gesto amable.

—Gracias— dijo Hana, tratando de devolver una sonrisa genuina.

Jade notó la expresión aún tensa de Hana y se sentó a su lado, su presencia era reconfortante.

—Sé que esto ha sido difícil para ti— comenzó Jade con una voz suave—. Pero estoy aquí para ayudarte a adaptarte. Si necesitas algo o simplemente quieres hablar, estoy disponible.

Hana asintió, apreciando el ofrecimiento. Aunque los recuerdos del bosque todavía la atormentaban, el apoyo y la calidez de Jade comenzaron a disipar un poco su malestar.

—Agradezco mucho tu ayuda, Jade. Me siento un poco perdida a veces.

Jade le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Eso es normal. Este lugar es nuevo para ti, y es natural que te sientas así. Lo importante es que aquí tienes a gente que se preocupa por ti y que está dispuesta a ayudarte a superar esto.

Hana se sintió un poco más en paz con la situación. La amabilidad de Jade, junto con el hecho de que ella había venido hasta su habitación con ropa y una sonrisa, le dio una sensación de pertenencia que necesitaba en ese momento. Aunque los recuerdos seguían ahí, la presencia de Jade le recordó que no estaba sola y que podía encontrar apoyo en quienes la rodeaban.

—Gracias, Jade— dijo Hana con un susurro de gratitud. —De verdad aprecio todo esto.

Jade asintió con una expresión sincera.

—Siempre estaré aquí para ti. No dudes en buscarme si necesitas algo.

Mientras Jade se levantaba para salir, Hana observó cómo se dirigía hacia la puerta, sintiéndose un poco más aliviada. Aunque el camino hacia la adaptación y la recuperación sería largo, el gesto de Jade le daba una chispa de esperanza y la ayudaba a enfrentar los desafíos con una actitud más positiva.

Después de que Jade la dejó sola, Hana intentó dormir nuevamente, pero encontró que el sueño se le escapaba. Las horas pasaban y, además de la inquietud, empezó a notar que su apetito comenzaba a despertar. Se levantó de la cama, se puso la ropa que Jade le había traído y decidió aventurarse fuera de su habitación por primera vez.

La mansión era inmensa, y el laberinto de pasillos y puertas resultaba desafiante. Sin embargo, Hana estaba determinada a encontrar la cocina. Después de una búsqueda que le pareció interminable, finalmente vio una luz cálida proveniente de una sala cercana. Se acercó con cautela y, al abrir la puerta, se encontró con la cocina.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al ver un pequeño pastel sobre la mesa. La idea de probarlo la llenó de una repentina alegría. Se acercó y tomó una cuchara, emocionada por el pequeño manjar. Sin embargo, apenas había dado un bocado, una voz masculina la detuvo.

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Adrien terminó de ver algunos documentos en su oficina y antes de ir a recostarse iría a la cocina por un vaso de agua. Dada la hora, ya todos estaban durmiendo por lo que debía ir él mismo. Sin preocupación se adentró entre los interminables pasillos de la mansión, sin imaginar que se encontraría con una Omega mientras esta se comía su pastel.

—¿Qué estás haciendo aquí? —La voz sonó firme y autoritaria, pero también con un toque de sorpresa.

Hana se sobresaltó, ya que, aquella voz de alfa la hizo recordar las veces que Jackson le gritaba, haciendo que todo su cuerpo se llenara de nervios y temor. Se giró para ver a Adrien de pie en la entrada de la cocina. Era un alfa imponente que la tenue luz de la cocina le dificultaba identificar. Adrien se acercó a ella y con una mirada penetrante miró a la Omega. Hana estaba segura que estaba en problemas, había sido descubierta robando un pastel y eso la hacía temblar de miedo al pensar en lo que le harían. La castigarían como Jackson lo hacía.

—¿Vas a robar pastel ahora? —dijo, tratando de ocultar una sonrisa.

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