El viento soplaba suavemente mientras Luz caminaba por los jardines de la mansión, sumida en sus pensamientos. Habían pasado varios días desde el inesperado encuentro con Penélope y Nero, y aunque las cosas se habían calmado un poco, Luz seguía sintiendo una gran inseguridad sobre su relación con su pareja destinada.
Ahora tenia a su loba, pero ambas estaban en el mismo barco, aunque tuvieran el apoyo y la compañía de la otra. En su mente, se preguntaba si Nero seguía teniendo dudas sobre su pasado con Penélope y si realmente estaba comprometido a formar una familia con ella y su hijo que estaba a punto de nacer.
En ese momento, Ofelia, la fiel criada de la casa, se acercó a Luz con una expresión preocupada en su rostro.
—Señora Luz, hay algo que necesito decirle.
Luz la miró con curiosidad y notó que había algo inusual en el tono de su voz.
—¿Qué sucede, Ofelia?
—Creo que debe saber que yo llamé al señor Nero y le pedí que viniera a la mansión. Pensé que sería importante que hablaran