Los rayos del sol acariciaban la antigua mansión mientras Luz descendía del coche con pasos inseguros. Su corazón latía con fuerza y emoción mientras sostenía su vientre. Desde su partida con Nero, habían pasado varios meses.
Ofelia, la fiel sirvienta de la casa, se acercó a ella con los ojos llenos de sorpresa y alegría.
—¡Señora Luz! ¡Ha regresado! ¡Qué alegría verla de nuevo!
Luz sonrió débilmente y asintió.
—Sí, Ofelia. He vuelto. ¿Podrías llevarme a mi habitación? Necesito descansar un poco.
—Por supuesto, señora. Déjeme ayudarla —dijo Ofelia con cariño mientras apoyaba a Luz para caminar.
En la intimidad de su habitación, Luz se sentó en la cama y miró a Ofelia con seriedad.
—Ofelia, necesito hablar contigo. Hay algo que debes saber.
La sirvienta notó la seriedad en el rostro de Luz y se sentó a su lado, esperando pacientemente.
—Estoy embarazada, Ofelia. Es el hijo de Nero —dijo Luz en un susurro, pero sus palabras resonaron en el silencio de la habitación.
Ofelia abrió los ojo