—¿Una docena de amazonas? —repetí incrédulo.
—Pasaron ayer por el valle de la emboscada —asintió Ronan con una mueca—. Estarán aquí hoy o mañana.
—Maldición —gruñí desviando la vista hacia el otro lado del río, donde los humanos se aprestaban para la lucha—. ¿Cuántos somos en total?
—Cuarenta —respondió Milo.
—Aguardemos a ver cómo forman —dispuse—. Los más jóvenes e inexpertos enfrentarán a los humanos, y nosotros nos encargaremos de los parias.
—Sí, Alfa —contestaron los dos a una.
—¿Enviaste a Bardo al oeste?
—Cuando dejé el castillo. Se lo envíe a Risa, para que haga noche allí, con un mensaje para que se lo despache a Mendel.
Respiré hondo, acercándom