Cuatro semanas.
En cuatro semanas partiríamos hacia el sur. ¿O partirían, dejándome atrás? Un nuevo interrogante para torturarme. No me costó tomar una decisión: si Olena partía con Mael hacia el sur y me dejaba en Blarfors, averiguaría adónde se dirigía y huiría sola.
Confiaba en que se llevaría a la mayoría de las amazonas, así que no me costaría burlar la vigilancia de las pálidas, lo suficiente para internarme en el bosque y que me perdieran el rastro. Y nadie se arriesgaría a avisarle a Olena de mi fuga y pagar la mala noticia con su vida. Aguardarían a su regreso y se inventarían algún embuste para salvarse, como que había muerto de alguna enfermedad en su ausencia.
Bardo podría guiarme a Reisling. No importaba si me llevaba semanas alcanzar la frontera. Me las ingeniaría para cruzar el Launne con vida aunque fuera lo último que hacía. Una vez que me reuniera con el clan, ellos se encargarían de rescatar a Mael dondequiera que Olena lo hubiera llevado. Y y