Capítulo 03
El doctor Darío entró a la habitación, y apretó ligeramente los labios, con una mirada llena de compasión.

—Gamma Dalia, la cirugía está programada para dentro de tres horas. El cirujano principal será el doctor Mateo, el mejor de nuestro hospital. No se preocupe, él se asegurará de que te recuperes por completo.

Basilio me tomó firmemente de la mano.

—Tranquila, no tengas miedo. Te estaré esperando afuera.

Lentamente, quité mi mano y lo miré directamente a los ojos.

—Si nunca pudiera volver a ponerme de pie, ¿aun así te casarías conmigo?

Se inclinó ligeramente y me dio un beso en la frente, prometiendo solemnemente:

—Sí, la esposa del Alfa de la Manada Lobo Gris siempre serás solo tú.

Estiré la comisura de mis labios, esbozando una leve sonrisa.

—Bien… Te creo.

Extendí mi mano y acaricié suavemente su guapo rostro, aunque lucía un tanto demacrado.

—Querido, estás bien cansado. Todavía falta para la cirugía, ¿por qué no descansas un rato?

Exhaló profundamente, su rostro mostraba un cansancio relajado.

—Es cierto, he estado muy preocupado por ti, no he podido dormir. Ahora que te veo a salvo, me gustaría descansar. ¿Me dejarías dormir a tu lado para protegerte, Dalia?

Asentí con una leve sonrisa.

Lo observé acostarse lentamente a mi lado y pronto escuché su respiración tranquila.

Tomé su teléfono, el cual había dejado en la mesita de noche, y fácilmente lo desbloqueé.

El fondo de pantalla era una foto que nos habíamos tomado cuando vimos el amanecer en la cima de la montaña, donde él me besaba la cabeza cuando no estaba prestando atención.

Abrí su aplicación de chat y vi que tenía dos contactos fijados.

Uno era yo, el otro… Milagros.

Un Alfa con tantas responsabilidades mantenía el contacto de una Omega, ¡y hasta lo tenía fijado! Ese era un «honor» que ni siquiera su Beta más confiable había recibido.

¡Qué irónico!

Al abrir el chat, lo primero que vi fueron emojis bien tiernos de lobitos y audios con una voz de niño, superdulce.

Cada nota de voz venía acompañada con fotos o videos.

—Papá, hoy mamá me hizo unas galletas de conejito, están bien bonitas y saben delicioso.

Debajo del audio había una foto y un video de Milagros y un cachorrito, los dos con la cara llena de harina.

—Papá, el pastel de cumpleaños que me compraste estaba riquísimo. Hubiera estado mejor si tú hubieras estado conmigo.

—Papá, hoy unos lobos malos me molestaron diciendo que no tengo papá. Les dije que mi papá es un gran héroe, pero no me creyeron.

—Papá, ¡eres lo máximo! Los lobos que me molestaron ayer hoy me pidieron perdón. Seguro les diste una lección, ¿verdad?

—Papá, mamá y yo te extrañamos mucho. ¿Cuándo vamos a poder vivir juntos?

Ninguno de esos audios y videos había sido contestado por Basilio. Pero los audios del cachorrito… estaba clarísimo que Basilio lo cuidaba en secreto.

Al revisar la galería de fotos, casi todo eran videos y fotos del cachorrito y de Milagros. Algunas ni siquiera venían de la aplicación de mensajes, sino que las había tomado directo con su teléfono.

En la esquina de abajo a la derecha había un aviso:

«Querido usuario, has visto este álbum durante 219,010 minutos.»

Me acordé cuando me dijo que no le gustaban los cachorros, y ahora todo tenía sentido. No era que no le gustaran, solo no le gustaban los que nacieran de mí.

Sonreí con amargura, con el corazón hecho pedazos, y ya no quise seguir viendo.

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