— Mila... —camina alrededor de la mesa y me mira. —Puede que tu corazón no esté latiendo, ¡pero todavía puedo sentir cuando me estás mintiendo!
— ¡Yo... yo... yo no mentí! — Me interpongo.
— ¡Y yo no lo creo!
— ¡Tonterías!
— Hagámoslo así entonces. Cuando estés listo para decir la verdad, te prestaré el libro.
— ¿Qué? —rechazar.
— ¡Sí, será así hasta que me digas lo que escondes!
— ¡Esta bromita puede terminar aquí, Benjamín! — Lo digo en serio. —¡Devolveré el libro en cuanto sepa lo que necesito!
Me preocupan los límites que pone y lo sorprendo al tomar rápidamente el libro y alejarme de él.
— ¡Mila! —prevenido. —¡Devu&eac