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Pronto, me doy por enterada de quién es el que estaba acechándonos a Aren y a mí, efectivamente, era Edward. Supe que era Edward por qué de tantas veces que compartimos la cama, parece ser que mi nariz ahora era capaz de olfatearlo y distinguirlo tan fácilmente.

— ¡Edward! ¡Ya sé que eres tú! ¡Bájate de ese árbol, ahora mismo! — le dije a Edward sin necesidad alguna de tener que hablarle en voz alta, casi que a los gritos para que pudiera escucharme, pues yo sabía muy bien que él me escucharía aun permaneciendo trepado desde la copa más alta del árbol en el que se encuentra trepado.

Edward se baja del árbol de un solo salto, y se acerca hacia donde estoy, puedo ver que él trae en su espalda, una mochila, haciéndome pensar: ¿Acaso él me ha traído ropa? Si es así, ¿Cómo le ha hecho él para haberme encontrado? Ahora, debo de ser sincera de qué me estaba causando muchos nervios pensar en la idea de que Edward pudiera darse cuenta de las cosas que habían ocurrido entre Aren y yo tanto en
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