Punto de vista de Aria.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo, a pesar del calor de la habitación. La absoluta seriedad de sus palabras no dejaba lugar a dudas. Era un hombre peligroso, y yo había entrado directamente en su mundo. No había vuelta atrás.
Un leve rugido en el exterior anunció la llegada del coche. Me acerqué a la ventana, mirando a través de las lamas de la persiana. Un elegante vehículo negro esperaba en silencio junto a la acera, con los cristales tintados en una oscuridad impenetrable. Me volví hacia él, con una última y vana esperanza que se desvanecía en mi pecho.
—¿De verdad me vas a llevar? —pregunté, con la voz temblorosa a pesar de mi esfuerzo por controlarla.
—Sí —dijo sin dudar—. Si sales sola, mueres. Si sales conmigo, vives. La elección es obvia.
Tenía razón. Era una ecuación simple y aterradora. Asentí, tragando saliva para contener el nudo de terror en mi garganta. Entonces comprendí la gravedad de todo. Mi vida tranquila, mi cuidadoso escondite, mis planes