Punto de vista de Aria
Me desperté con el leve ruido de un movimiento en el apartamento. Abrí los ojos de golpe y mi mano fue instintivamente a mi estómago. Aún no había amanecido, pero la luz grisácea del amanecer bastó para verlo. El hombre de anoche. Estaba sentado en el borde del sofá, con una mano apoyada en el costado y la otra sobre la rodilla. Tenía los ojos abiertos, penetrantes e indescifrables, fijos en mí.
Me quedé paralizada. Él no.
—Estás despierta —dijo. Su voz era uniforme, un sonido plano y controlado en la habitación silenciosa.
Tenía la garganta seca. —Yo… necesito café —respondí, las palabras saliendo demasiado rápido. Necesitaba moverme, hacer algo normal para aliviar la tensión que me oprimía el pecho.
Asintió con un gesto seco y breve. —Lo haré. Se puso de pie, y pude observar el control preciso de cada movimiento, el leve temblor al enderezarse. La camisa manchada de sangre de anoche ya no estaba; la había reemplazado por una oscura y ajustada, pero aún podía v