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La Sangre tiembla bajo la piel

Las puertas de la casa crujieron al abrirse. Fanny apenas tuvo tiempo de respirar antes de que una bofetada la recibiera de lleno.

—¡¿Dónde estabas?! —gritó su madre con los ojos encendidos por la furia.

Fanny se tambaleó un poco sorprendida, su mejilla ya ardía y podía sentir la marca de la mano de su madre ya formándose en su mejilla. Las lágrimas picaban en las esquinas de sus ojos pero no estaba dispuesta a dejarlas salir, no quería sentirse acorralada, no más.

—Estuve... me perdí en el bosque y Me encontraron.

—¡¿Te perdiste?! ¿Dos días enteros? — Fanny la miró confundida, ¿Dos días? ¿Había estado inconsciente dos días? — ¡Nos dejaste pensando que estabas muerta! — Su padre se acercó con el ceño fruncido, aunque sin la violencia de su esposa.

—¿Quién te encontró? ¿Dónde estuviste? — Fanny bajó la mirada, jugando un poco con el dobladillo del vestido.

—Un hombre, No sé su nombre.

Mintió.

Sabía perfectamente quién era, Recordaba su voz seca, Su pecho lleno de cicatrices y Su mirada abrasadora y en estos momentos deseo volver a despertar en aquella cabaña solo para poder volver a mirarlo.

Mark.

Pero ese dato no quería compartirlo con nadie.

—¿Te hizo algo? —insistió su madre esta vez más suave. Aunque la desconfianza seguía presente.

—No. Solo me ayudó a volver.

—Eso no es suficiente, Fanny. No puedes desaparecer así, Tienes responsabilidades aquí, Eres una mujer. Tienes que aprender a comportarte como tal.

Ella asintió, aunque algo dentro de ella se había desconectado, Ya no sentía que este lugar fuera suyo. Ni esta casa, ni estas reglas, ni esa familia que nunca la había entendido.

—Estas castigada por la vergüenza que nos hicistes pasar. Vete a tu habitación.

Los días comenzaron a pasar para Fanny, El otoño comenzaba a ennegrecer los árboles del bosque. Y, aunque todo parecía volver a la normalidad, Fanny no dormía bien.

Soñaba con ojos rojos, Con garras, Con pasos entre la maleza.

Y no estaba loca, porque sabía perfectamente que él estaba ahí, podía sentirlo.

Desde lo alto de una rama cubierta de musgo, Mark la observaba.

Cada noche, cada amanecer, cada vez que ella salía al jardín o se sentaba en el alféizar de su ventana, Su lobo aullaba por dentro, exigiendo regresar, acercarse, tocarla.

Pero Mark se contenía, Se aferraba al frío y A la distancia, a la soledad que conocía bien. Habían pasado días en que Debía haberse marchado y hacerle frente a su clan que lo esperaba, El deber lo llamaba, Pero no podía dejarla.

Algo en su interior se rompía al pensar en dejarla, la había visto cada día en cada lugar de la casa. La había visto en la cocina, la había visto en su habitación y la había visto sentada en la sala leyendo un libro.

Pero en este momento, la veía bailar una especie de canción desconocida para él en el jardín, su corazón latía desbocado y las venas se sentía caliente.

Estaba Feliz.

Su Mate estaba feliz, pero... ¿Por qué?

La comisura de sus labios se levantaron al verla tropezar y caer, era torpe eso lo había notado en los días que seguía observándola.

Si su beta lo viera se burlaría de él y diría que parece un loco psicopata acosador.

"Una humana... Una dulce y Preciosa humana"

Su lobo estaba ronroneando en su interior de felicidad absoluta, había pasado mucho tiempo desde que lo había sentido feliz.

"¿Por qué ella? ¿Por qué ahora?"

Era una debilidad, lo que estaba sintiendo era Una amenaza para todo lo que había construido, Pero no podía sacarla de su cabeza, tenia días sin comer, sin dormir no podía alejarse ni 5 Metros de distancia de ella. Todo lo que lo mantenía estable era observarla y si la perdía de vista, se rompería.

No podía alejarla de su olfato, Ni siquiera de sus instintos, necesitaba verla todo el tiempo, pero la necesidad de tocarla se hacía más fuerte.

Esa noche la vio salir sola al jardín, envuelta en un chal, con el cabello suelto.

Miraba al cielo estrellado Y de pronto la escuchó susurrar algo.

—Sé que estás ahí...

Mark contuvo la respiración, No se movió, No emitió sonido alguno.

Fanny dio un par de pasos hacia el bosque.

—No me asusta que me mires. —Sonrió apenas— Solo... no me ignores.

Y volvió a entrar en la casa.

Mark bajó lentamente la mirada, El control se le escapaba y La bestia dentro de él perdía el control.

La necesitaba.

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