La Sangre le temblaba, había dado toda su fuerza de voluntad y una enorme lucha con su Lobo poder alejarse de la humana.
El bosque temblaba bajo las pisadas de Mark cuando finalmente cruzó el umbral del territorio sagrado. Un territorio que por generaciones había gobernado pero que ahora, ahora no se sentía suyo, ahora no lo sentía su hogar, ahora se sentía desconocido, porque su Hogar se había quedado en el pueblo que había dejado atrás. El regreso de Mark no fue anunciado, El Alfa no necesitaba palabras porque con su presencia bastaba, Pero algo en él había cambiado. Sus ojos, antes impenetrables, estaban inyectados en un rojo inquietante, Su respiración era más densa, Su cuerpo, más tenso Y sus garras, apenas escondidas bajo la piel. —Alfa —dijo uno de los suyos, un joven llamado Luka—. Pensamos que le había pasado algo, tardo demasiado en volver y pensamos que los de la Manada Sangre Gris lo habían capturado. Mark no respondió. Pasó de largo ignorando a todo aquel que se le acercaba, empujando el aire como una tormenta a punto de estallar. Entró en la cabaña central, la más grande y la que era su casa por años, casa que ahora no se sentía suya. Allí, lo esperaba Kael, su Beta y segundo al mando. —Te has ido demasiado tiempo —dijo con voz firme— La manada está inquieta, Los del norte quieren cruzar nuestras froteras porque Han olido la debilidad. ¿Que ocurrió? Mark se giró con lentitud, Sus ojos brillaron con un rojo más profundo. —Entonces hazlos sangrar —gruñó. Kael no se movió, pero lo observó con atención, Estaba oliendo algo en él. Algo ajeno. —¿Estás bien? Mark alzó el rostro, no estaba para aguantar preguntas de nadie y Su mandíbula se tensó recordando las preguntas que la Pequeña humana le había dicho cuando despertó. La humana que lo estaba desquiciando. —¿Que te hace pensar que no lo estoy? Kael bajó la mirada en señal de respeto, pero no pudo evitar murmurar. —Hueles a ella... Mark se congeló. Un silencio mortal llenó la cabaña. —¿A quien? —A una Humana. Los celos lo atravesaron, nadie tenia derecho de olerla, nadie excepto él. Su olor estaba hecho para atraer a su lobo y llamarlo a aparearse. Ningún lobo miserable tenía el derecho de oler a su mujer. —No vuelvas a hablar de eso —susurró Mark con una voz que era casi la de su lobo—. Nunca. Kael asintió. Pero la semilla de la duda ya estaba plantada. El Alfa había sido marcado. Por una Humana. Las noches siguientes fueron un infierno, Mark no podía dormir cada vez que cerraba los ojos, la veía. A Fanny con la piel iluminada por la luna, los labios temblando, sus preguntas dulces, su risa sin miedo... Y sentía su ausencia como fuego debajo de las costillas. A veces, en mitad de la noche, su lobo tomaba el control sin permiso. Salía corriendo de la Manada y Corría por horas, Hasta quedar de nuevo frente a su casa Escondido entre los árboles. La Miraba dormir, Respiraba su olor, No podía evitarlo. Y cada vez que regresaba, su rabia era peor, su mente se sentía nublada, sus sentidos estaban apagados porque el único olor que quería buscar era el de ella, todos podían notar que el Alpha estaba de un humor pésimo y se irritaba con facilidad, el rojo de sus ojos se profundizó más preocupando a todos los de su alrededor, sudaba constantemente y su pecho ardía como si miles de brasas calientes lo estuvieran atravesando. Un lobo más joven, Darek, lo enfrentó tras uno de esos regresos. —Nos pides lealtad, pero desapareces sin explicar nada, Nos guías con furia, pero no dices por qué. ¿Qué estás escondiendo? Mark lo miró en silencio. Entonces, sin una palabra, lo lanzó contra un árbol. Darek se desplomó. —No vuelvas a cuestionarme —gruñó. Sus ojos eran los de la bestia—. No estás hecho para entenderlo. Darek escupió sangre. —¿O es que ya no eres tú el que manda aquí? Mark se acercó, lo levantó por el cuello y susurró con una voz cargada de ira consumida. —Soy más Alfa que nunca. Porque ahora... tengo algo que perder. Y eso lo hacía más peligroso que nunca. Al soltar al lobo, buscó la transformación de Trueno y corrió desesperado entre árboles, alejándose de la seguridad de su manada, no se detuvo hasta que llegó a su destino, donde su lobo pedia estar. La noche había caído sobre la casa de Fanny, pero adentro, el aire estaba cargado de tensión, Mark podía oler que algo no estaba bien. Desde que Fanny regresó del bosque, nada había mejorado con su familia, Los murmullos y los reproches eran constantes, Sus padres y primas parecían empeñados en recordarle sus "deberes" y en castigarla por "deshonrar" a la familia. Esa noche, Fanny fue llamada a la sala principal. —¡Eres una vergüenza! —gritó su madre con rabia, lanzándole un plato que se estrelló contra la pared—. ¡Desapareciste dos días y nos hiciste pasar un horror! Su padre no dijo nada, pero su mirada era fría y condenatoria. Las primas se unieron, señalándola y riéndose con crueldad. —¿Crees que te vamos a permitir seguir así? —dijo Esmeralda—. Vas a casarte pronto y debes comportarte como una dama. —¿Qué más esperas? —añadió Martina con una sonrisa torcida—. Que el hombre que te quiera te aguante con tus lloriqueos y tus tonterías. Fanny intentó defenderse, pero la humillación era demasiada. Se encogió en sí misma, sintiendo cómo su corazón se rompía. Cada palabra la hería más que la anterior, su pecho se sentía apretado y las lágrimas querían ser derramadas. No entendía porque su familia era así con ella, se había esmerado siempre en ser una buena chica y ahora no tenía más que desprecios. En ese instante, en el límite del bosque cercano, una sombra negra observaba. Mark. Su mirada se tornó feroz. Su lobo rugió en su interior, y la furia se apoderó de él. —¡Nadie te hará daño! —pensó con rabia, con cada fibra de su ser ardiendo—. ¡Nadie! Sin dudarlo, emergió de las sombras. Su forma humana tomó el control y se acercó a la propiedad con pasos pesados, los ojos encendidos en rojo brillante. Tocó la puerta demasiado fuerte haciendo estremecer las paredes. El silencio se rompió con un gruñido bajo, amenazante. Todos se volvieron hacia la puerta. El Padre de Fanny abrió. Mark pasó por su lado ignorándolo y se plantó frente a la sala, mirando a la familia de Fanny con desprecio. —Si alguien vuelve a levantar la mano o la voz contra ella... —su voz era un aviso, un rugido contenido—Lo pagarán con sangre. La madre de Fanny retrocedió, y las primas se quedaron mudas. —¿Quien eres? — Había dicho el Padre de la pequeña humana plantándose frente al hombre — ¿Quien te crees para venir a nuestra casa a amenazarnos? Fanny lo miró sorprendida, sintiendo una mezcla de miedo y alivio. —Soy su hombre, y no permitiré que nadie le falte los respetos a mi mujer. Todos miraron a Fanny boquiabiertos, nadie pronunciaba palabras y los ojos acusadores se volvieron hacia ella. —¿Así que esos dos días que según te perdistes en el Bosque, en realidad te estabas revolcando con este hombre? —Que Mujerzuela Las palabras de sus primas hicieron escocer algo en su interior, le daba vergüenza que el hombre misterioso frente a ella la viera de esta manera. Mark se acercó, ignorando a todos y posó una mano firme en la de Fanny colocándola a su lado pasando un brazo posesivo por sus hombros. —La Pequeña Fanny se va conmigo. El grito de su madre tocó el cielo, y encendida de ira se colocó delante de su hija y del hombre que quería llevársela. —Ni se te ocurra sacar a mi hija de aquí. —Y mirando a Fanny agregó — ¿No te piensas ir con este hombre verdad? Fanny se sentía confundida, no tenia palabras para explicar lo que sentía, pero algo en su corazón gritaba que esto era lo correcto. —Señora, ustedes ya no tienen derecho sobre ella, porque ahora es Mía. Alejándose de todos dirigió a Fanny a la salida y una vez afuera, se acercó a su oído donde susurró. —Ya no estás sola, Nunca más.